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Walter William Ouless (1848-1933). Robert W. Darwin (1766-1848), Charles Darwin's Father. Óleo sobre lienzo. 97,5 x 78,8 cm. Shrewsbury Museum and Art Gallery |
Su padre llegó a ser bastante famoso en su época. Médico, filósofo natural y poeta -entre otras cosas- Erasmus Darwin (1731-1802) era un hombre de intereses y conocimientos diversos que, incluso, se anticiparía a su célebre nieto en el planteamiento de las teorías evolucionistas. El nieto de Erasmus al que nos estamos refiriendo fue más famoso todavía que su abuelo y lo sigue siendo, tanto que Charles Darwin (1809-1882) no necesita presentación. Sin embargo, al contrario que su padre y que su ilustre hijo, Robert Darwin (1766-1848) llevó una existencia de esas que puede calificarse como "normal" y si hoy se le recuerda es por ser "el padre de Darwin".
No es mucho lo que se puede decir de Robert Darwin: que por deseo de su padre estudió Medicina en la Universidad de Edimburgo; que amplió su formación, también por decisión paterna en la prestigiosa Universidad de Leiden, en Holanda; y que de regreso a Inglaterra ejerció con éxito su profesión en la apacible ciudad de Shrewsbury, cerca de Gales; aunque ya desde muy joven, con fecha 21 de febrero de 1788, había sido elegido miembro de la Royal Society de Londres.
Respecto a la relación con su hijo Charles, se sabe que -como corresponde a un buen padre- se opuso públicamente a que se embarcara en la aventura del Beagle; aunque finalmente le convencieron para que diera su consentimiento.
Curiosamente, lo que no suele faltar en las escasas referencias biográficas de Robert Darwin son las anécdotas relativas a su gran corpulencia física, la cual se puede apreciar en este retrato. Dicen que pesaba más de ciento cincuenta kilos, que solía pedir a su cochero que probara los tablones de las casas que visitaba por motivos profesionales, o que se había hecho construir una escalera de piedra, en su propio domicilio, para poder subir con más comodidad al carruaje.
Es posible que la historia se hubiese olvidado completamente de Robert si no hubiera sido el padre de Charles Darwin. Precisamente, buscando información sobre el hijo encontré esta imagen, y con ella surgió el deseo de dedicarle este recuerdo a una persona normal.
Robert Darwin era un niño de unos doce años cuando falleció el compositor Thomas Arne, autor de "Rule Britannia!"; pero sirva este final tan británico como homenaje a él, y a todos los médicos, británicos y no británicos, cuyos nombres no se recuerdan porque no tuvieron un padre como Erasmus Darwin o un hijo como Charles Darwin.
No es mucho lo que se puede decir de Robert Darwin: que por deseo de su padre estudió Medicina en la Universidad de Edimburgo; que amplió su formación, también por decisión paterna en la prestigiosa Universidad de Leiden, en Holanda; y que de regreso a Inglaterra ejerció con éxito su profesión en la apacible ciudad de Shrewsbury, cerca de Gales; aunque ya desde muy joven, con fecha 21 de febrero de 1788, había sido elegido miembro de la Royal Society de Londres.
Respecto a la relación con su hijo Charles, se sabe que -como corresponde a un buen padre- se opuso públicamente a que se embarcara en la aventura del Beagle; aunque finalmente le convencieron para que diera su consentimiento.
Curiosamente, lo que no suele faltar en las escasas referencias biográficas de Robert Darwin son las anécdotas relativas a su gran corpulencia física, la cual se puede apreciar en este retrato. Dicen que pesaba más de ciento cincuenta kilos, que solía pedir a su cochero que probara los tablones de las casas que visitaba por motivos profesionales, o que se había hecho construir una escalera de piedra, en su propio domicilio, para poder subir con más comodidad al carruaje.
Es posible que la historia se hubiese olvidado completamente de Robert si no hubiera sido el padre de Charles Darwin. Precisamente, buscando información sobre el hijo encontré esta imagen, y con ella surgió el deseo de dedicarle este recuerdo a una persona normal.
Robert Darwin era un niño de unos doce años cuando falleció el compositor Thomas Arne, autor de "Rule Britannia!"; pero sirva este final tan británico como homenaje a él, y a todos los médicos, británicos y no británicos, cuyos nombres no se recuerdan porque no tuvieron un padre como Erasmus Darwin o un hijo como Charles Darwin.